
El Papa Francisco, recientemente fallecido a la edad de 88 años el 21 de abril de 2025, fue el primer pontífice de la historia moderna en renunciar permanentemente a su residencia de verano en Castel Gandolfo. En octubre de 2016, el Vaticano anunció que los pisos privados del magnífico palacio papal, situado a 25 kilómetros al sureste de Roma, se abrirían al público como museo. Fue una decisión sin precedentes que permitió a miles de visitantes admirar espacios antes reservados exclusivamente a los pontífices.
El Papa Francisco nunca ha veraneado en Castel Gandolfo durante su pontificado, rompiendo una tradición centenaria y coherente con su estilo de vida de sobriedad y esencialidad.
La humildad elegida por el Papa Francisco
La renuncia en Castel Gandolfo encaja perfectamente en el marco de las opciones de humildad que han caracterizado todo el pontificado de Bergoglio. Desde el inicio de su papado, Francisco ya había renunciado a las suntuosas estancias del Apartamento Apostólico del Vaticano, prefiriendo un modesto piso de tres habitaciones en la residencia de Santa Marta. Según fuentes vaticanas, el pontífice argentino estaba «cansado de que el Vaticano fuera la última corte de Europa» y no entendía cómo se podía mantener una villa de 55 hectáreas para utilizarla sólo unas semanas al año.
El Papa Francisco siempre ha mantenido que no se iba de vacaciones durante el verano, sino que simplemente dedicaba más tiempo a la oración y a la lectura de los clásicos, al tiempo que permanecía activo en su ministerio apostólico.
Castel Gandolfo: una joya arquitectónica con una historia milenaria
Denominada cariñosamente «Vaticano número dos» por el Papa Juan Pablo II, la residencia pontificia de verano de Castel Gandolfo pudo albergar en la antigüedad la acrópolis de la antigua Alba Longa, mientras que en época romana albergó el Albanum Domitianim, la suntuosa villa del emperador Domiciano. Hacia 1200, la familia ducal Gandolfi hizo construir un castillo en la cima occidental del lago Albano, del que deriva el nombre actual de la localidad.
La propiedad pasó más tarde a la familia Savelli y finalmente a la Camera Apostolica en 1596. Fue el Papa Urbano VIII quien, entre 1623 y 1644, encargó la reconstrucción del ruinoso castillo, confiando el proyecto a Carlo Maderno, el mismo arquitecto que diseñó la fachada de la Basílica de San Pedro.
El complejo de las Villas Pontificias ocupa una superficie de 55 hectáreas e incluye el Palacio Apostólico, Villa Barberini y Villa Cybo, rodeadas de hermosos jardines italianos. Dentro del palacio hay numerosas salas históricas, como la Sala de Audiencias, el Salone degli Svizzeri, el Salón del Trono y la Sala del Consistorio, todas ricamente decoradas con importantes obras de arte del patrimonio vaticano. La tradición de que los Papas pasen el verano en Castel Gandolfo se remonta al siglo XVII, siendo el Papa Alejandro VII el primero en residir allí.
Muchos papas han dejado recuerdos inolvidables entre estos muros: Juan Pablo II solía sorprender a los empleados y a sus hijos jugando con ellos en los jardines; en las noches de verano se oían las notas del piano en el que Benedicto XVI interpretaba piezas de Bach, Mozart y Beethoven; el Papa Pío XI había creado una granja con cultivos, un gallinero y vacas lecheras en las villas cercanas, que aún hoy suministra alimentos a la Ciudad del Vaticano.
La casa de vacaciones del Papa Francisco convertida en museo
La decisión del Papa Francisco de convertir Castel Gandolfo en un museo se hizo oficial en octubre de 2016, con una inauguración el 21 del mismo mes, acompañada de un concierto de música folclórica china. Anteriormente, en 2014, el Pontífice ya había abierto al público los jardines de la Villa Barberini, previa reserva para grupos. Desde 2015, ya era posible llegar a estos jardines a bordo de un tren de época desde la estación del Vaticano.
Esta decisión no fue bien acogida por todos. Algunos miembros de la Curia se preguntaban qué pasaría si el sucesor de Francisco quisiera recuperar la villa para uso privado. Sobre este punto, el Papa argentino fue muy claro: si el próximo Papa quisiera utilizar Castel Gandolfo, podría cerrar el museo e ir allí a descansar, pero no lo haría.
Entre los lugares que ahora pueden visitarse se encuentra el dormitorio de los pontífices, con ventanas que dan al mar, que durante la Segunda Guerra Mundial se utilizó como sala de partos para las mujeres del lugar, que dieron a luz a unos cuarenta niños, más tarde llamados «los hijos del Papa».
Los visitantes también pueden admirar la capilla privada, la biblioteca del Santo Padre y el estudio donde los Papas se dedicaban a escribir encíclicas y preparar homilías.
Las entradas para los Museos Vaticanos se pueden comprar en la web oficial, eligiendo entre la entrada al Palacio Papal y el Jardín Secreto, las Cúpulas Astronómicas del Palacio Papal y el Observatorio Vaticano.
El uso de los ingresos del Museo Papal
La renuncia de Francisco a Castel Gandolfo no es sólo una elección simbólica, sino también un ahorro concreto para las finanzas vaticanas. Mantener una propiedad de 55 hectáreas con numerosos edificios históricos y jardines requiere importantes recursos que, según el Pontífice, podrían emplearse mejor en otras iniciativas. El dinero recaudado por la venta de entradas al museo ayuda a cubrir el déficit de las finanzas vaticanas, que en los últimos años del pontificado de Francisco han mostrado signos de mejora.
La apertura del museo al público se ha convertido también en una importante fuente de ingresos para la economía local de Castel Gandolfo, al atraer turismo y visitantes a la que se considera una de las vistas más bellas de Italia, a orillas del lago volcánico de Albano.
¿Qué futuro le espera a Castel Gandolfo?
Ahora que el Papa Francisco ha fallecido, surgen preguntas sobre el futuro de la residencia de verano. El Pontífice había dejado clara su postura: si su sucesor quería utilizar Castel Gandolfo como residencia privada, podría hacerlo cerrándola al público. Esta decisión corresponderá al próximo Papa que sea elegido en el Cónclave.
Independientemente de la futura elección, la apertura de Castel Gandolfo al público quedará en la historia como uno de los gestos más significativos del pontificado de Francisco, coherente con su visión de una Iglesia abierta, cercana a la gente y menos atada a privilegios y tradiciones que no reflejan el espíritu evangélico de humildad y servicio.